Los progroms,
Contra su voluntad, o por la lucidez de ciertos dirigentes,
Es Evita quien rompe este relato. Sus crudos discursos contra la oligarquía, y sobretodo, su falta de ascendiente entre las familias tradicionales de
Los fantasmas de la historia resurgen. Detrás de muchos homenajes a Evita, no se verá a la dirigencia peronista pidiendo que Cristina Kirchner se acerque a los trabajadores, a las mujeres solteras, a los humildes de este país. Se le pedirá, solapadamente, que retroceda, en nombre de las buenas normas de conducta, ahora conmovedoramente llamadas "diálogo", "tregua" y otras palabras por el estilo.
Qué lejos estaría Evita de estos planteos. Qué lejos estaría de esos que ahora claman por el "diálogo".
Con todas sus desmesuras, es probable que las múltiples facetas que representó Evita, se vayan diluyendo detrás de una construcción de su imagen en una fachada de oligarca: Evita era buenita con los pobres. Puro chamuyo. Esos pobres, dejaron de ser pobres, por Evita y por Perón.
Los que, con toda razón, cuestionaron las formas autoritarias, las limitaciones, la represión y chatura cultural del peronismo, deberían en cambio reflexionar sobre qué sintieron, sienten y sentirán (en la medida que los gobiernos sucesorios ni se acerquen a lo que sucedió, para los trabajadores y los pobres, el peronismo) sobre Evita y sobre Perón.
por Lucas Carrasco, para El Norte Digital
El siguiente párrafo, incluido en Mi Mensaje, escrito poco antes de morir, constituye un ejemplo del modo en que Evita se dirigía al pueblo, tanto en sus discursos públicos como por escrito:
"Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios, pero Dios sabe también que nunca he odiado a nadie por sí mismo, ni he combatido a nadie con maldad, sino por defender a mi pueblo, a mis obreros, a mis mujeres, a mis pobres "grasitas" a quienes nadie defendió jamás con más sinceridad que Perón y con más ardor que "Evita". Pero es más grande el amor de Perón por el pueblo que mi amor; porque él, desde su privilegio militar supo encontrarse con el pueblo, supo subir hasta su pueblo, rompiendo todas las cadenas de su casta. Yo, en cambio, nací en el pueblo y sufrí en el pueblo. Tengo carne y alma y sangre del pueblo. No podía hacer otra cosa que entregarme a mi pueblo. Si muriese antes que Perón, quisiera que esta voluntad mía, la última y definitiva de mi vida, sea leída en acto público en la Plaza de Mayo, en la Plaza del 17 de Octubre, ante mis queridos" descamisados.
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