Despertar a las 5.30 ya se había hecho
rutina. Buscar las ojotas y cruzar al bañito que había hecho con sus
manos, y con ladrillos/cemento/arena/chapa que fue juntando por ahí, lo
esperaba para hacer lo que tenía que hacer antes de prender la hornalla
de esa cocinita que quedo en la casa de la prima que fue a probar
suerte a la Capifé y que se encargo de traer a la suya sin hacer
demasiada bulla. El agua ya a punto de romper el hervor, porque le
gustaba el mate caliente, porque Juan se la banca, y porque le gusta el
mate amargo lavado, con azúcar, porque si. Así comienza un día en la
vida de Juan. Volver, pasar por la piecita donde están los chicos,
durmiendo, y ver si la frazada esta en el lugar correcto, una hora antes
que los chicos se despierten y vayan para la escuela. Y un beso
cortito, porque en su cabeza no es muy de hombres andar demostrando
cariño, y cosas así.
La bicicleta esta lista, siempre esta
lista. Son las 6, o casi, y sale a ganarse el pan. O a que …